Adaptación de la vida de Fray Bernardino de Cárdenas
Con el propósito de que se tenga una visión más efectiva y real del medio en que se desarrolló su labor apostólica de Fr. Cárdenas, a través de estas líneas trataremos de dar un marco adecuado del aspecto histórico de la época.
Se tiene noticias que el año 1522, inician formalmente su labor en la América los franciscanos, quienes habrían llegado primero a México y posteriormente a otras regiones de latino América, dando paso a licencia otorgada por el Papa, quienes a su paso por los pueblos indígenas se preocuparon de enseñar la doctrina cristiana, tanto a adultos como a niños; se dividían en doctrinas y conversiones. Las primeras eran dedicadas a los grupos familiares ya cristianas; y el segundo, dedicadas exclusivamente a la conversión de los neófitos, siempre alrededor de una iglesia, construida por ellos mismos.
Posteriormente, alrededor del año 1560 ya se tenían las Misiones Franciscanas en lo que hoy es el Departamento de La Paz, pues estos se tiene referencias válidas que fueron los primeros que exploraron el río Madre de Dios, habiendo hecho su ingreso por Sorata, También otros entraron por el río Carabaya, desde el Bajo Perú. Posteriormente Fray Bernardino de Cárdenas, acompañado por Fray Gregorio Bolivar ingresaron por la ruta de Zongo hasta los ríos Madre de Dios y Beni.
Es evidente que el ingreso de las misiones franciscanas a las diferentes regiones de la República, donde debían continuar la catequización de los nativos fue importante y sobre todo con la meta de recuperar grandes concentraciones humanas a la vida civilizada, poniendo en el desempeño de su misión muchas fatigas, para el lleno de su apostolado, ya que gracias a ellos se operó un gran cambio en todas las zonas donde ingresaron los Misioneros Franciscanos, no sólo en el aspecto de Instrucción, sino también en el campo de actividades, actitudes y costumbres diferentes, por lo que adquirieron gran respeto y estimación hacia ellos, lo que importó en su hora una clara y positiva acción que benefició y aún continua beneficiando a grupos humanos que sin la intervención de la Orden Franciscana ya habrían desaparecido.
Fue tal el ascendiente que llegaron a tener sobre estos indígenas y el buen éxito coronó de tal manera sus esfuerzos, que bien pronto las cabañas dispersas de aquellas poblaciones nativas se vieron reemplazadas por múltiples y hermosos caceríos que respiraban el orden y la limpieza y en medio de las cuales se levantó una espaciosa Iglesia con su Convento.
De acuerdo a referencias históricas, el siglo XVII se inició en forma decidida la catequización de los nativos existentes en zonas montañosas muy ásperas y tortuosos caminos; destacándose en esta labor catequizadora y de conversión a Fray Bernardino de Cárdenas, quien tuvo mucho éxito en esta delicada misión de arraigar a los nativos en la fe católica, buscando extirpar la idolatría y supersticiones, dándoles una instrucción sólida en cuanto lo permitía su poder de receptividad.
En diciembre de 1623, Fray Bernardino de Cárdenas, fue enviado a pacificar a los nativos de Zongo, Challana, Simaco, que se sublevaron con los opresores españoles. Tuvo éxito en esta misión, no por casualidad, sino por el idioma que hablaba correctamente el aymara y el quechua y sobre todo logró penetrarse en la psicología del nativo, y lejos de adaptar a los indígenas a los métodos europeos, adaptó los métodos del viejo mundo a la idiosincrasia del indio. Y así Cárdenas. “Sin más armas que la cruz del redentor sometió a la obediencia a los indios rebeldes, salvando así, la vida de muchos pueblos”.
Fray Bernardino de Cárdenas - como otros misioneros franciscanos - llevó una vida de enormes sacrificios, visitando comarcas indígenas donde aprendía los idiomas nativos para enseñar y predicar con tan apostólica persistencia que al cabo de algunos años su nombre sonaba en las esferas eclesiásticas como el de un paladín iluminado por la pasión evangélica de la cruz. Había logrado imponer doctrina de indios a la fe de Cristo, cuando los mismos indio proclamaban las virtudes del franciscano que hablaba el quechua y el aymara, con la misma plasticidad fonética que lo hiciera un aborigen y que valiéndose de esto lograba cristianar a los neófitos sembrando la sabiduría bíblica por cuantos sitios hubiesen pisado sus plantas infatigables. Con el único fin de catequizar a los infieles y ganarlos para una nueva vida no sólo espiritual sino también familiar y de sociedad, haciendo por consiguiente soldados de una gran cruzada que debe ser valorado en su integridad.